miércoles, 23 de enero de 2013

Frío...

Mi padre comentó una vez que, con el frío, lo más importante es proteger los pies y la cabeza. Estamos hablando de un alemán que vivió más tiempo por debajo del trópico de cáncer que por encima de él.  Debí considerar entonces que este hombre no sabía de lo que estaba hablando, pero ya saben cómo somos las mujeres y cómo idealizamos a nuestros padres. 

Señores, les tengo malas noticias. La cosa no es así de fácil como para solucionarla con un par de medias y un gorrito de lana. Vayan sacando cuanta media tengan en sus armarios, cuanta camisa manga larga puedan conseguir, leggins, botas, sweaters, chaquetas, bufandas, gorros... En fin, todo ese perolero lo agarran y se lo echan encima. Pero créanme que tres kilos de ropa no pesan tanto como la coraza que uno tiene que cargar para sobrevivir a estos tiempos de frío.

Dibujo de mí por mí

Son las 7:00 am. Oscuro. Negro. Tienes que estar a las 8:00 am en la universidad. "Quince minutitos más", piensas, porque tu cuerpo te dice que tienen que ser las malditas 5:00 am si está tan oscuro. 

"¡No, señor! ¡A levantarse!". Te levantas a duras penas, te tomas el café, te vistes, te cepillas los dientes, te medio recoges el cabello (porque con estas chichas que cargo, peinarse es un concepto muy abstracto), te echas los tres kilos extra de ropa encima y te pones en camino. Sigue estando oscuro, por cierto, pero con una luz tenue medio azulada que awebonea a cualquiera. Cuando el día se ilumina con los 3 rayos de luz que alcanzan atravesar la capa de nubes que lleva ahí un mes y no parece que tenga intenciones de desaparecer, tú estás metida en un salón de clases y cuando logras salir de allí, por supuesto, ya es de noche otra vez. Todo esto acompañado de un frío acojonante que te congela hasta las lágrimas que has tenido la fuerza de aguantar.

Mi primer hombrecito de nieve
(Enero de 2012)


Por otra parte, cuando comienza a hacer frío tienes que comenzar a prepararte para la soledad. Todo el mundo se encueva y creo que hasta lo disfrutan. Yo, como venezolana, por como son mis amistades venezolanas, como mujer joven, no lo disfruto. Siento que me marchito como una flor. Creo que ahora más que nunca me hace falta compañía: compartir un café o una botella de vino para calentar el cuerpo, cocinar rico, hablar paja hasta por los codos, ver tele y reírse un poco para olvidar que tienes un mes que no ves el sol. Además, esta es la época menos sexy del año. Aquellos que tengan pareja pueden olvidarse de tener un encuentro casual en cualquier esquina discreta o de ser espontáneo. Como una propia cebolla,  tienes capas, y capas, y más capas de ropa que quitarte. Eso deja de ser sexy y comienza a parecer un reto del MegaMatch. Todo esto acompañado de los alemanes que, pobrecitos, no es su culpa que sean como son.

A Papi se le olvidó comentarme esta parte del asunto. Pero como dije antes, qué coño iba a saber él que yo terminaría aquí. Por ahora, no me queda de otra que ponerme mi perolero de ropa y cargar con mi coraza para echarle pichón a la cuestión. What doesn't kill you makes you stronger. 

Como en realidad me veo con frío de -15 ºC

martes, 15 de enero de 2013

Lapsus...


Desde la comodidad de mi cama (sofá-cama, de hecho), arropada hasta el pecho y con la calefacción a 3 en una escala del 1 al 5, estoy abiertamente y sin vergüenza alguna decidiendo no ir a clases. No voy a esa cagada. ¡No señor!

Más o menos así...

Y es que desde que regresé de unas divinas vacaciones en Venezuela la semana pasada, no he podido dormir bien. Muchos dicen que el jet lag dura hasta una semana y precisamente ayer se cumplían 7 días desde mi retorno. Me quedé dormida temprano (a eso de la una de la mañana es temprano para mí) y no me pude levantar para llegar a tiempo a la primera clase, por lo que cerré los ojos "5 minutos más" y tampoco logré levantarme a tiempo para la siguiente clase que comienza casi tres horas más tarde.

Esto es lo que yo llamo un lapsus desmotivatus (¡al que no le guste mi latín, que pegue el culo del techo!), que suele aparecer con mayor frecuencia durante los meses de frío, alcanzando su mayor nivel de recurrencia cuando no existe un motivo de presión por el cual levantarse. El asunto aquí es que estoy sufriendo de uno de estos lapsus en pleno periodo de exámenes...

Yippie Kay-Yay, Motherfucker!

¿Que cómo hace uno para sacudirse un lapsus desmotivatus? Pues, malas noticias... Que yo sepa, no hay forma. Hay que esperar pacientemente a que pase y mantenerse distraído con cosas nada importantes para evitar llegar a niveles suicidas.

Estoy tratando de analizar por qué caí en este episodio de baja motivación. Pues resulta que me he dado cuenta que tengo 26 años, todavía estoy estudiando la misma carrera que comencé hace casi 10 años, tengo una base de conocimientos de lingüística y teoría de la traducción envidiables que prácticamente no me ayudan para nada en lo que estoy haciendo ahora en la universidad, casi todas mis amistades ya son profesionales y están trabajando mientras que yo he vuelto a ser dependiente de mi mamá, no estoy sola pero tampoco me encuentro acompañada, el tipo que me gusta no me para ni media bola, extraño a mi gato, hace frío, no puedo ver el sol, y siento que de este hueco no voy a salir jamás.

Sí, también más o menos así.

A lo anterior, debo añadir que donde vivo está prohibido fumar y tener mascotas (o novios), por lo que anoche decidí acompañar a mi lapsus con media botella de vino. Luego te pones a googlear cómo se diagnostica el alcoholismo y una página web te dice que tomarse un trago para comenzar el día o fuera de ocasiones sociales es una de las principales señales. Been there, done that. Señores, además soy alcohólica.

Todavía no estoy vieja y arrugada, por lo menos.

La motivación es un preciado tesoro que nosotros, los latinos en estas latitudes, debemos de cuidar como si de una planta exótica se tratara. Por cualquier descuido, se te muere. Este ha sido el primer intento de reavivar mi motivación, aunque por hoy ya sea tarde para ir a la universidad. Está funcionando. 

Existe una palabra en alemán para describir la alegría que produce las desgracia ajena: Schadenfreude. Pues yo le voy a agregar un prefijo para decir que me estoy riendo de mi propia desgracia: Selbstschadenfreude. Ahora bien, trataré de mantenerme lo más alejada posible a un espejo para no caer en otro tipo de lapsus y desbaratar lo que acabo de lograr.