martes, 15 de enero de 2013

Lapsus...


Desde la comodidad de mi cama (sofá-cama, de hecho), arropada hasta el pecho y con la calefacción a 3 en una escala del 1 al 5, estoy abiertamente y sin vergüenza alguna decidiendo no ir a clases. No voy a esa cagada. ¡No señor!

Más o menos así...

Y es que desde que regresé de unas divinas vacaciones en Venezuela la semana pasada, no he podido dormir bien. Muchos dicen que el jet lag dura hasta una semana y precisamente ayer se cumplían 7 días desde mi retorno. Me quedé dormida temprano (a eso de la una de la mañana es temprano para mí) y no me pude levantar para llegar a tiempo a la primera clase, por lo que cerré los ojos "5 minutos más" y tampoco logré levantarme a tiempo para la siguiente clase que comienza casi tres horas más tarde.

Esto es lo que yo llamo un lapsus desmotivatus (¡al que no le guste mi latín, que pegue el culo del techo!), que suele aparecer con mayor frecuencia durante los meses de frío, alcanzando su mayor nivel de recurrencia cuando no existe un motivo de presión por el cual levantarse. El asunto aquí es que estoy sufriendo de uno de estos lapsus en pleno periodo de exámenes...

Yippie Kay-Yay, Motherfucker!

¿Que cómo hace uno para sacudirse un lapsus desmotivatus? Pues, malas noticias... Que yo sepa, no hay forma. Hay que esperar pacientemente a que pase y mantenerse distraído con cosas nada importantes para evitar llegar a niveles suicidas.

Estoy tratando de analizar por qué caí en este episodio de baja motivación. Pues resulta que me he dado cuenta que tengo 26 años, todavía estoy estudiando la misma carrera que comencé hace casi 10 años, tengo una base de conocimientos de lingüística y teoría de la traducción envidiables que prácticamente no me ayudan para nada en lo que estoy haciendo ahora en la universidad, casi todas mis amistades ya son profesionales y están trabajando mientras que yo he vuelto a ser dependiente de mi mamá, no estoy sola pero tampoco me encuentro acompañada, el tipo que me gusta no me para ni media bola, extraño a mi gato, hace frío, no puedo ver el sol, y siento que de este hueco no voy a salir jamás.

Sí, también más o menos así.

A lo anterior, debo añadir que donde vivo está prohibido fumar y tener mascotas (o novios), por lo que anoche decidí acompañar a mi lapsus con media botella de vino. Luego te pones a googlear cómo se diagnostica el alcoholismo y una página web te dice que tomarse un trago para comenzar el día o fuera de ocasiones sociales es una de las principales señales. Been there, done that. Señores, además soy alcohólica.

Todavía no estoy vieja y arrugada, por lo menos.

La motivación es un preciado tesoro que nosotros, los latinos en estas latitudes, debemos de cuidar como si de una planta exótica se tratara. Por cualquier descuido, se te muere. Este ha sido el primer intento de reavivar mi motivación, aunque por hoy ya sea tarde para ir a la universidad. Está funcionando. 

Existe una palabra en alemán para describir la alegría que produce las desgracia ajena: Schadenfreude. Pues yo le voy a agregar un prefijo para decir que me estoy riendo de mi propia desgracia: Selbstschadenfreude. Ahora bien, trataré de mantenerme lo más alejada posible a un espejo para no caer en otro tipo de lapsus y desbaratar lo que acabo de lograr. 

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