domingo, 8 de diciembre de 2013

Cumpleaños...

Tenía años que no celebraba mi cumpleaños con pastel, velas (en realidad fueron encendedores), música, globos, amigos... Esto se basa en una superstición mía y que se relaciona directamente con celebrar mi cumpleaños "en grande".

Estaba convencida de que el solo hecho de organizar una fiesta para mi cumpleaños da lugar a una leve apertura en la caja de Pandora; un hecho cósmico que ocasiona desgracias. En mi cumpleaños de 1998 salió electo Chávez, por ejemplo.

Sin embargo, ya han pasado varios años sin que ocurra desgracia alguna. Pensé que el cambio de latitud y longitud, nación, huso horario y código postal habrían dado fin a esta cadena de hechos desafortunados. Pensé, pero me equivoqué. La desgracia existió y se personificó.

Después de mi última relación seria que terminó en desgracia, digamos que le estuve huyendo al compromiso a como diera lugar. Hasta que lo conocí a él. Y él huyo de mí. Mi corazón, y mi orgullo, quedaron en pedazos. Me he recuperado bastante pero, como siempre, uno alberga eternamente ese sentimiento pendejo del "what if".

Todo iba de puta madre. Hasta que llegó él. Llegó sin ser invitado. Sin ser invitado, se tomó el alcohol de mi amigo. Para acompañar el alcohol de mi amigo, se comió varias lonjas de jamón serrano. Con el estómago lleno de jamón serrano, se dio a la tarea de disfrutar de mi fiesta. Mientras disfrutaba de mi fiesta, casi, casi me ignoraba por completo. Al casi, casi, ignorarme por completo, traté de demostrarle que yo ya lo había superado. Tratando de demostrarle que lo había superado, me di cuenta que ya no es mi corazón el herido, sino mi orgullo.

Como que no todo fue malo.

Me hubiese encantado no verme en la necesidad de demostrar nada, de tolerar su presencia por mi felina curiosidad. Me hubiese encantado celebrar mi cumpleaños rodeada de amor, sin que hubiese un punto que marcara la excepción en esa circunferencia perfecta de amigos y familiares. Pero, por lo menos, aprendí algo nuevo de mí.

Y es que sí, mi corazón ya lo superó, pero mi orgullo sigue anclado al pasado. Y que realmente estuve rodeada de motivos para elevar mi autoestima, más que para hundirlo. Y que tengo que dar las gracias a todos los que estuvieron a mi lado y que me elevan, que me hacen cada día mejor y sanan mi orgullo herido.

¡Muchas gracias!


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